Cada año son muchas las personas que optan por hacer el Camino de Santiago. Hoy en día, se trata de la ruta cultural, histórica, artística y religiosa más importante de todas las existentes en el mundo. Quien quiera hacer el Camino de Santiago, tanto si decide hacerlo andando, en bicicleta y hasta a caballo, debe saber varias cosas: hay que ir bien calzado; el peso de la mochila no debe sobrepasar los ocho kilos; hay diferentes rutas aunque todas lleven al mismo sitio; hay que empezar a andar antes de que amanezca; el sol te da de espaldas y en verano se pasa un calor considerable, entre otras muchas cosas. Pero, más o menos, todo esto la gente ya lo sabe. Lo que los turistas no saben es lo que nos propone Francisco Contreras Gil en su libro Guía mágica del Camino de Santiago; donde nos cuenta un viaje en busca de huellas y claves, de lo mágico y lo sagrado y de los enigmas y misterios del Camino de las Estrellas.
En esta Guía Mágica del Camino de Santiago, publicada por la editorial Luciérnaga a finales del mes pasado, Francisco Contreras propone un Camino diferente. En estas páginas, no solo se encuentra la información básica para emprender la aventura y redescubrir el pasado, sino también las claves y lugares para completar una experiencia humana y espiritual única, transformadora y mágica. Una guía para no ser un peregrino más y encontrar la verdadera esencia del Camino.
Se trata de un cuaderno de campo conformado por hitos de un Camino –a través de más de 150 lugares- marcado por lo legendario, inesperado, insólito, inexplicable, sorprendente y sagrado.
Lugares mágicos del Camino de Santiago
Durante esos casi 900 kilómetros que lo conforman, el Camino nos ofrece un paisaje formado por montes, cuevas, lagunas, fuentes, acantilados, islotes, árboles, bosques, mares, costas o valles que eran hogar de dioses y puertas a otros mundos para los primeros hombres, nómadas y sedentarios. Lugares llenos de magia, donde habitaba una fuerza especial. El libro, nos cuenta la historia desde la más remota antigüedad, donde el ser humano concibió la tierra como un organismo vivo por el cual circulaban corrientes energéticas, que se movían a través de rocas y cruzaban espacios subterráneos, de esta manera nutrían bosques, ríos y mares y confluían en parajes privilegiados donde esas energías entraban en contacto íntimo con las energías cósmicas.
Jaca, San Juan de la Peña, Leyre, Villalcázar de Sirga, León, el valle del Silencio, Ponferrada, los bosques gallegos y el Pico Sacro o los acantilados del fin del mundo en Finisterre, son algunos de los lugares donde los peregrinos de hoy en día sigue sintiendo esa energía especial.
Templos sagrados
Las iglesias, ermitas y catedrales eran mucho más que santuarios religiosos: eran, y siguen siendo, libros abiertos, máquinas de espiritualidad donde se prorrogaba la sacralidad. Francisco Contreras explica que los constructores de los templos jacobeos tuvieron en cuenta la presencia de estas corrientes energéticas, y sobre ellas concibieron el Camino de Santiago.
Templos donde, bajo el amparo de una arquitectura de oscuridad o luminosidad, de una geometría y acústica particular, se buscaba una fuerza que movía energías. Tan importante era la parte terrenal como la cósmica, es decir, su ubicación respecto a las estrellas. Los templos eran considerados reflejo del cosmos. Todos ellos están orientados a los puntos cardinales y a las constelaciones, y además están relacionados con los cuatro elementos.
Por tanto, los templos reflejan el pensamiento de aquel entonces, una época en la que astronomía y astrología eran una misma ciencia. El hombre de la Edad Media contemplaba la cúpula celeste y se guiaba por ella.
Fuente: La Vanguardia - GETTY / ANAÏS AMORÓS